sábado, noviembre 15, 2025

Madre.

 Si tuviera que mencionar una de las cosas que van a dolerme eternamente, es no poder decirle a mi madre que la amo. 

Me hubiera gustado poder llevarme bien con ella, poder sentir un cálido abrazo, la contención, el amor de madre de los que muchos hablan, pero del que nunca voy a poder aprender.

Aunque ha hecho muchas cosas buenas por mi, cuando recuerdo los momentos dolorosos, me ahoga el corazón, me hace querer huir lejos, pero en el fondo sé que mi mayor deseo siempre fue poder estar con ella.

Idealizaba que quizás algún día cambiaría y podría quererla sin miedo a que doliera más tarde, pero no ha sucedido. 

A veces sueño con una madre que nunca tuve, tiene su rostro, pero me percibe distinto, me acaricia el pelo cuando estoy triste, me sigue cantando para que me duerma como cuando era niña, me alienta y se le ilumina el rostro de orgullo en cada logro que obtengo. 

Me imagino también una versión mía que no existe, donde puedo hacerla feliz aunque sea por interés, regalándole miles cosas, llevándola de viaje, comprándole una casa, convirtiéndome en la mujer que a ella le hubiera gustado ser pero que no pudo por criarme a mi. 

La realidad es más cruda; quererla duele, y yo, estoy lejos de ser una persona exitosa, lo cierto es que no tengo nada, nunca podré hacerla feliz.

Ella solía decirme que soy igual a mi padre, por mucho lo tiempo lo creí, pero al pasar los años, más me chocó darme cuenta que me parezco a ella, y eso es aún más doloroso, porque me hace pensar que quizás nunca seré buena madre. 

Doy por hecho que en esta vida he fallado en todo.

No soy buena hija, porque no puedo hacer feliz a la mujer que sacrificó sus años de vida para que yo fuera alguien. 

No soy buena hermana, porque no puedo defender a mi sangre de lo que alguna vez también me hizo daño a mi. 

No soy buena nieta, porque no puedo hacer nada por esa anciana que ha cuidado de mi con lo que la fuerza de su cuerpo le ha permitido. 

No soy buena amiga, porque nunca estoy cuando me necesitan.

No soy buena amante, porque todo lo que me consterna hace infeliz a la persona que me ama.

No seré buena madre, porque no conozco el amor materno y solo haré llorar a una niña que, al igual que yo, solo quiere sentir un poco de cariño.

No hay nada que yo pueda hacer, nadie a quién pueda hacer feliz. 

Por eso quiero renacer, en alguien con mucha luz, capaz de brindar calidez, y sintiendo amor sin la idea de que no puede merecerlo. 

Si lo logro, espero ser una persona muy amada, y poder amar al fruto que nazca de mi interior. 

Desvario.

 No sé qué es lo que sucede, es extraño.

Se suponía que algo debió mejorar, pero sigue igual.

La desgracia me persigue, está conmigo, no importa dónde intente esconderme.

En un enorme espacio donde no hay nadie, no puedo llenarlo con nada.

Constantemente me inundan unas ganas de llorar sin motivo, solo pido que pare, no quiero seguir de esta manera, pero parece que es lo único que puedo hacer.

A veces pienso que no tengo remedio, y que para mejorar, debería volver a nacer, ¿Pero qué sucede si no puedo renacer? 

Si en lugar de empezar de cero, mi alma queda encerrada en algún lugar imposible de acceder para la vida humana, errante, lamentándose en voz alta al no encontrar una esquina en la cual descargar aullidos de dolor. 

Pongo entonces en conclusión, que lo mejor sería que mi cenizas caigan al agua, que se pierdan en lo más profundo del océano, así tal vez mi alma quede flotando eternamente junto a las criaturas marinas.

Quizás allí, pueda conseguir algo de consuelo. 

sábado, enero 11, 2025

Condena.

Estoy condenada a recordarte cada vez que bebo.
Sobria no te pienso, no te escribo, no te amo; 
Cuando bebo quiero correr a tus brazos, decirte cuánto te pienso, cuánto te escribo y cuánto te amo. 
Acepté esta condena con tal de tener algo tuyo, incluso si me destroza el espíritu de la manera más cruel, me niego a intentar escapar de ella si es lo más preciado que me queda de vos.

jueves, marzo 07, 2024

Soy él.

Quisiera que dejara de recordarlo cada vez que me mira. 

He perdido mi identidad por intentar averiguar quién es y por qué la ha estado atormentando tanto al punto de siquiera poder mirarme sin arrugar el rostro.

Cuándo me preguntan quién soy, solo puedo pensar en una respuesta:

"Soy igual a mi papá".

Nunca escuché algo bueno de él, pero si mamá dice que soy igual a él, entonces debe ser cierto.

Como él, también soy una larva.

Como él, mi futuro es devastador. 

Como él, nunca seré feliz. 

Soy igual a papá, y por eso, no puedo avanzar.

Deuda.

Amo a mi madre.

Sin razón, la amo.

Por eso cuando pienso en toda la felicidad que le robó mi existencia, me ahogo.

Me asfixio de ideas, de escenario, de preguntas, ¿Cómo puedo devolverle lo que sin querer le saqué mucho antes de nacer?

Entonces escucho una voz. Mi propia voz.

Me dice:

"Desaparece para siempre".

Pero soy tan cobarde que no puedo hacerlo, entonces Dios me castiga por ello, me ahorca hasta sentir que la vida se me está por ir en ese instante y después me abandona en medio de la oscuridad. 

He aceptado este destino con el fin de saldar lo que debo, y que en la próxima vida, mi madre pueda recuperar toda la felicidad que no pudo obtener por mí culpa.